Hebreos 4:14-5:9

Hebreos 4:14-5:9

Por lo tanto, ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a lo que creemos. Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó. Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos.

Todo sumo sacerdote es un hombre escogido para representar a otras personas en su trato con Dios. Él presenta a Dios las ofrendas de esas personas y ofrece sacrificios por los pecados. Y puede tratar con paciencia a los ignorantes y descarriados, porque él también está sujeto a las mismas debilidades. Por esa razón, debe ofrecer sacrificios tanto por sus propios pecados como por los del pueblo.

Y nadie puede llegar a ser sumo sacerdote solo porque desee tener ese honor. Tiene que ser llamado por Dios para ese trabajo, como sucedió con Aarón. Por eso, Cristo no se honró a sí mismo haciéndose Sumo Sacerdote, sino que fue elegido por Dios, quien le dijo:

«Tú eres mi Hijo.
Hoy he llegado a ser tu Padre».

Y en otro pasaje Dios le dijo:

«Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec».

Mientras estuvo aquí en la tierra, Jesús ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía rescatarlo de la muerte. Y Dios oyó sus oraciones por la gran reverencia que Jesús le tenía. Aunque era Hijo de Dios, Jesús aprendió obediencia por las cosas que sufrió. De ese modo, Dios lo hizo apto para ser el Sumo Sacerdote perfecto, y Jesús llegó a ser la fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen.

English